Historia

Todo empezó con un sueño, uno de esos que se amasan de a poco. El soñador era Eduardo, a quien todos llaman cariñosamente “Tito”. Tito había aprendido sobre la industria de los panificados a través de su padre y soñaba con honrar su legado fundando su propia empresa. En 1995 compró su primer horno y lo puso a andar en el garaje de su casa en Quilmes Oeste. Era un horno pequeño, pero con grandes aspiraciones: hacer de las tarteletas un clásico de cada mesa.

Al momento de elegir un nombre, Tito hizo lo que mejor sabía hacer: involucrar a la familia. Todos juntos, comenzaron a hojear un viejo atlas que llevaba años en su biblioteca. Ahí encontraron a Puppis, una constelación que brillaba tanto como el futuro que imaginaban. Y así, como una señal escrita en las estrellas, nació el nombre que los acompaña hasta hoy en día.

Tito trabajaba de sol a sol, amasando, horneando, empacando y repartiendo. Pero no estaba solo: Liliana, su compañera de vida, fue el alma de la masa, siempre cuidando que la calidad fuera insuperable. Diego, uno de sus hijos, lo acompañaba día a día, compartiendo cada desafío. Mientras, sus hijas Evelyn y Melina, crecían entre bandejas y aromas. Hoy, ya grandes, sus hijas siguen colaborando en la empresa con la misma dedicación que les enseñó su padre.